En 1982, Steven Jobs y su equipo, tras finalizar el primer Macintosh, al igual que los artistas, firmaron su obra.
Sus autógrafos están en la carcasa interna del ordenador.
No deja de ser poético que este grupo de genios, promotores de un potencial enemigo de la escritura manuscrita, la ensalzaran dejando su huella autógrafa en su creación.
Los que aun conservéis los primitivos Mac podéis comprobarlo.