Dicen que en el siglo III, el emperador romano Claudio II prohibió la celebración de matrimonios, con el argumento de que los solteros eran mejor soldados, al tener menos ataduras.
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Según la leyenda, el obispo Valentín, considerando el decreto injusto, comenzó a casar a las parejas de forma clandestina. Descubierta la insubordinación del sacerdote, Claudio ordenó que lo encarcelaran y decapitaran. Mientras esperaba la muerte, el oficial Asterius quiso ridiculizarlo retándole a que devolviese la vista a su hija Julia, nacida ciega. Y Valentín obró el milagro. Fue ejecutado el 14 de febrero y en su tumba, Julia a modo de agradecimiento plantó un almendro.
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